SOBRE RICARDO LEGORRETA


    

Arriba: Ricardo Legorreta, por Kavel, 2011.
Abajo, sobre estas lineas. Ricardo Legorreta y el autor, Morelia, diciembre, 2008, fotografía: Marisela Salgado M.

Por Hans Kabsch Vela.

    Conocí a  Ricardo Legorreta la víspera de Navidad de 2008 en la ciudad de Morelia. El encuentro fue casual, en el restaurant del Hotel Virrey de Mendoza. Charlamos así, brevemente y en ese orden; sobre Mario Pani y el vecino Hotel Alameda, que todavía causa la aversión de los habitantes, por su modernidad mal disimulada. Hablamos sobre Patzcuaro, sobre Chiapas, San Cristobal de las Casas, y las lecciones que había dejado en él la gente común y corriente, esa que no piensa, sino siente al tomar la decisión  de elegir los colores, me manifestó su deseo de visitar esa  alejada y desconocida (para el) región de Chiapas, Tapachula y el Soconusco..."Si, me gustaría ir porque no conozco" acto seguido nos despedimos.

Me sorprendió su personalidad amable y humilde, pequeño acercamiento a un personaje cuya obra me era familiar desde hace mas de veinte años, cuando siendo un estudiante de arquitectura de primer año, conocí el impresionante edificio de Celanese, construido en 1966 aquel cuya estructura gira en torno a un sólido “tronco” de concreto armado del cual se ramifica los diversos niveles, solución sencilla en el papel, pero difícil en la ejecución, proyecto de un  joven Ricardo Legorreta, que había asimilado a la perfección ese funcionalismo espartano, práctico y sin sentimentalismos de su mentor, José Villagrán García, con quién trabajó por siete años. Legorreta antes de la leyenda de si mismo, surgida con particular intensidad, justamente dos años después en  1968, momento crucial en la historia de México y el mundo, el año de la primavera de Praga, del mayo parisino, del verano en Berkeley, de la masacre de estudiantes en México , de las olimpiadas y del Hotel Camino Real, modelo alternativo al esquema de hotel “a la americana” en forma de torre, en su lugar, Legorreta propuso un esquema familiarmente mexicano: el patio interior, y la baja silueta, los patios interiores del hotel fueron su sello, al igual que el color y la luz natural tamizada por celosías de diversos materiales y escalas, la presencia del enigmático muro. Esa obra marca la consolidación del lenguaje característico de la arquitectura de Ricardo Legorreta, ensayado años antes en las instalaciones de la Fabrica Automex, cercana a los principios del Manifiesto de la Arquitectura Emocional de Mathias Goeritz, es a través de Goeritz, que Legorreta conoce a Luis Barragán.

Respecto a la relación de Legorreta con el circulo íntimo de Barragán: Chucho Reyes Farreira, Mathias Goeritz, Clara Porset y otros se ha dicho y escrito demasiado, en el sentido de un Ricardo Legorreta como receptor y amplificador en escala y diversidad de proyectos de eso llamado en un principio “arquitectura emocional” y después etiquetado por Kenneth Frampton como regionalismo crítico, esa era la percepción simplista que uno como estudiante y recién promovido arquitecto tenia en 1993, época en la que la propuesta de una arquitectura mexicana de exportación se anclaba en el camino de exploración de mexicanidad legado por Barragán, frente a los embates de la postmodernidad y sus diversas corrientes en un mundo cada vez mas globalizado.
Mi percepción sobre Ricardo Legorreta cambió con otra conversación, en esta ocasión con Louise Noelle en 2007, quién justamente al llevarnos la platica a la obra de “Ricardo” y al atajarme con un comentario externado por mi con anterioridad acerca de la enorme deuda con Barragán, ella refutó que eso no era del todo cierto, que si bien la relación y la influencia  había sido grande, la del joven Legorreta también se percibe en la ultima obra de Barragán, la casa Gilardi, donde las soluciones, en especial la ingeniosa colocacion de las lamparas embutidas en gruesos muros se debían mas a ideas de Legorreta. También es  sabido, el cabildeo  que hizo Ricardo Legorreta como miembro del jurado del entonces recién creado premio Pritzker para que Luis Barragan fuera candidato y después ganador de dicho galardón en 1980.

Ricardo Legorreta fue junto con Teodoro Gonzalez de León, la principal referencia para la generación de arquitectos de los años 70 y 80, en México, modelo a imitar para muchos, irreflexivamente hasta nuestros días, en particular lo superficial de su obra: colores intensos, volúmenes contundentes, muros con "palomeras" hornacinas y nichos.

El mejor homenaje a Legorreta estaría simplemente en mirar, mirar con inocencia apreciar y aprender,  sin prejuicios de la arquitectura popular.



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